sábado, 23 de febrero de 2013

Estamos jodidos

La vida nos da palos. Los golpes son rápidos, pero las astillas se hunden bajo la carne hasta que una capa de piel las hace invisible al ojo humano. Pero, aunque los demás no lo vean, siguen ahí; y si quisieras sacártelas tendrías que rebuscar tan profundo que prefieres eso, que estén. De hecho, de vez en cuando presionas la zona donde están, y duele. Duele tanto que hasta pueden aflorar las lágrimas. Puede que te pregunten qué te pasa. ¿Cómo que tienes una astilla? Yo no veo nada, ¡deja de decir tonterías! 
Y llegará el día en que las astillas sustituyan tu sangre, y el dolor sea parte de la rutina. Entonces, intentarás sacarlas, pero será demasiado tarde, porque tú eres tú porque ellas están. Si quitases alguna, dejarías una herida permanente, el mismo sentimiento, pero habrás abierto la cicatriz y esta vez, no se va  a cerrar.
Somos el resultado de todo lo que hemos vivido sufrido.