lunes, 27 de mayo de 2013

Caminé sobre las nubes

El frío de la brisa entumecía mis extremidades y, en la desesperada búsqueda del calor de las sábanas, me desperté. 
Cuál fuera mi sorpresa de no saber ni dónde estaba en ese momento así que, en el intento de incorporarme, note que era la escasa acción de la gravedad sobre mi cuerpo la que evitaba que me cayera y no mi cama: estaba flotando. 
Pensando que de un sueño se trataba e, ignorando pues la posibilidad de regresar a casa, comencé un nado acelerado surcando los cielos y esquivando pajarillos. Volé y volé hasta sentirme fatigada y, suponiendo la comodidad de las nubes, me acerqué a ellas a descansar. Su tacto era gélido y sedoso, opuesto al del algodón con el que mantenían cierta semejanza. Y por éso, al no toparme con la aspereza esperada, decidí dar unos pasos sobre la nube para comprobar su consistencia: era como caminar sobre pétalos de rosa; sentía cómo mis pies se perdían entre aquellas blancas arenas movedizas y reaparecían al instante. Un escalofrío de tranquilidad recorrió el interior de mi cuerpo. Me dejé caer de espaldas para encontrarme de nuevo con el sueño; de nuevo con un frío entumecedor que me despertara, pero esta vez, sobre mi cama.